viernes, 4 de diciembre de 2009

Quedarme en tu recuerdo

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.

Mi táctica es hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.

Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos.

Mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos

no haya telón
ni abismos.

Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple.

Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Mario Benedetti (1920-2009)

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Labanda, mon amour




Como hoy voy con prisa he pensado en dejar testimonio de mi admiración por este diseñador catalán, Jordi Labanda, fotografiando dos de mis tres piezas, el otro es un boli y seguro que está perdido en algún bolso.
Os invito a apreciar la alta calidad de la foto, y no os llevéis a engaño he puesto triciclos y bicicletas para despistar, no vaya a ser que pensaráis que he sacado la foto de la Elle o el Vogue (hoy no me he levantado modesta que le vamos a hacer: paciencia).
En fin, ya es miércoles, me gustan los miércoles, adoro los miércoles.
Un abrazo

lunes, 30 de noviembre de 2009

Evolution

Cuando me levantaba abría la ventana nueve minutos, suficientes para cambiar el aire enrarecido del cuarto, mientras las sábanas se enfriaban y con ello morían los ácaros. Me lavaba la cara, me cepillaba los dientes y entraba en la ducha. Mi desayuno era café con leche, tostadas a veces con mantequilla, otras con aceite y azúcar, y los domingos chocolate con churros, cuando mi vecino iba a comprar le pedía un kilo, y los congelaba, era el único modo de comer los de porra que son lo que más me gusta.
No sé cuando empecé hacerlo. Recuerdo que al trabajar desde casa cambié de hábitos, por las mañanas tras el desayuno enseguida me venía al estudio, primero leía la prensa en el ordenador, para seguir con la rutina de la oficina seguramente, luego me ponía a trabajar con música de fondo, a las doce hacía una pausa para bajar a tomarme un café a la cocina, vi un día una foto de Nicole Kidman que me gustó y la dejé allí mismo se convirtió en una compañera de trabajo más.
Luego otras dos horitas de tirón, hasta la hora de comer. Me hacía un día ensalada, otro legumbres sólo tenía que abrir la lata, otro pasta, de postre un yogur o fruta. Después de comer, o veía algún documental del Canal de Historia, o del Viajar, hasta que me entraba sueño y hacía allí mismo la siesta de media hora, el tiempo preciso para levantarme despejado.
Y por la tarde me subía otro café y antes de volver a mis traducciones, una vez en semana me hacía el pedido del supermercado, que me lo traían al día siguiente. En realidad no tenía motivos para salir de casa. Cuando echaba de menos el sol, me sentaba un rato a leer junto a la ventana del dormitorio, la cual de 9.35 a 10.10 AM, en el horario de invierno tiene sol directo, en verano el sol va más alto y el horario es otro. Si quería correr, jugar al tenis, hacer snow o ir en moto, me ponía la wii que me habían regalado mis hermanas el año pasado por navidades.
Lo cierto es que tuve un periodo muy intenso de trabajo, los de la editorial me metían prisa y me encerré toda una semana trabajando día y noche casi, y cuando conseguí acabarlo, tras cerrar la puerta al mensajero que había venido a buscarme todo el material, caí en la cuenta que yo en mi casa, era un ser autosuficiente: lo tenía todo. Me sentí el primero de una nueva cadena, la humanidad alumbraba un nuevo tipo de ser humano.
Mi sueldo me lo ingresaban en una cuenta, desde la que cobraban los servicios: agua, luz, teléfono, adsl y el canal satélite y también es cierto que dejé de necesitar muchas cosas, la ropa, el perfume, los enseres de afeitar, me afeitaba ahora sólo cuando me apetecía -llegué a estar cuatro meses con barba por puro gusto-, me vendí el coche, ya no volvería a necesitarlo.
Descubrí que el paraíso era terrenal, no había nada que me interesase que no pudiese ver desde mi ordenador o desde mi televisión de plasma, nada. Mi biblioteca estaba medianamente bien surtida, y descubrí que las bibliotecas públicas también tenía un servicio de préstamo a domicilio. Cuando quería sexo la llamaba, o chateábamos. Era una relación que no iba a ninguna parte, justo lo que yo necesitaba.

No sé porque el vecino aquel tuvo que llamar a la asistente social, si yo no molesto a nadie. ¿Acaso no tiene uno derecho a estarse en su casa tanto como quiera? No te equivoques, lo mío no es agorafobía que yo puedo salir cuando quiera, la cuestión es que no quiero, lo entiendes que me quedo aquí.

Cumpleaños Feliz, hija.

 Ayer cumplió 17 nuestra hija pequeña, sí, la de los ricitos, la que era menudita pero muy espabilada,  la que acompañaba a su hermana mayor...