viernes, 21 de abril de 2017

Bologna y sus buenos momentos.

Para ser precisos, la última vez que visité Bologna fue en el siglo pasado. Era la primavera de 1999, fui con mi madre, visitamos también Firenze y Venezia, lo pasamos bien, también entonces nos reímos mucho.
Pensé que no iba a volver. Durante mucho tiempo no sentí la necesidad, pero este año cuando todos proponían sitios a los que ir por Semana Santa yo lo propuse. 
Es una ciudad muy bonita, me gustaría que la conocieseis.

Allí estudié con una beca Erasmus, de seis meses, la mía de las cortas porque otros estuvieron un año.
Cuando se lo comenté a una amiga, me dijo que era una mala idea. Me dijo que alguien alguna vez le dijo que uno no debería volver a los lugares en los que ha sido feliz. Yo me llevé la frase a la piscina, estuve pensando en ella mientras nadaba, me di motivos a favor y en contra. Al final con los brazos en el borde, acabé sonriendo cómo no vas a volver a un lugar dónde has sido feliz, tienes la obligación de volver, porque significa que fue un lugar propicio.

La verdad es que ha sido un viaje muy bonito. Fuimos en coche, nos levantamos muy temprano, vimos amanecer desde Francia. Comimos en Imperia, en una pizzeria frente la playa. Me pedí spaghetti alle vongole, Jose dijo yo "ai frutti di mare" pero la camarera le trajo el risotto. Nos partimos de la risa, porque yo le decía ¿Qué, está buena tu paella? Y lo estaba, claro. 
Llegamos al hotel de Bologna por la tarde, el hotel estaba cerca de la Fiera, estaba bastante bien.

Al día siguiente visitamos la ciudad. la primera novedad es que no puede accederse al centro durante el día. Así que aparcamos en zona azul y empezamos caminando por Via Zamboni, la calle de las facultades, de la mensa, del café de la Opera que ha perdido, su nombre y su encanto. Llegamos a le due torri, fantásticas, les encantaron. La libreria Feltrinelli seguía allí, pero había otros locales nuevos, uno de venta de pasta fresca artesana, otro una heladería buenísima.


El centro sin tráfico, la gente paseando por el medio de la carretera, genial, había mucho ambiente, muchas bicis y muchas vespas también. Me gustó callejear, pasear bajo los pórticos, buscar aquellos sitios familiares. No todos estaban.
Me di cuenta del paso del tiempo. Yo tenía entonces veintitrés, y el pelo cortísimo. A mi madre le encantaba aquel corte, siempre me lo recuerda. Ahora lo llevo más largo y ahora volvía con una nena adolescente que me pedía le hiciera fotos casi continuamente, está muy guapa, y con la pequeña que protestaba porque no le había traído los patines y yo le decía ¿Pero es que tú ves a alguien patinando? y que luego se maravilla del dato, en el museo de historia de la ciudad que en el siglo XI, había nada menos que 180 torres. Mira es que Bologna fue como el Nueva York de la Edad Media, le digo.
Y con mi marido, que me gasta bromas, sobre no perderme de vista por si he quedado, o me dice que no me ve tan suelta con el italiano, dado que un par de veces me responden  en inglés. Qué quieres si no lo practico, ni veo la Rai, nada, nada ya me buscaré con quién chatear, le digo yo. Y él, yo aquí pido bien, claro claro, pues ánimo pide los cafés, le respondo tras cenar una hamburguesa vegana en un  Mac Donalds.
Se va con la peque, al rato vuelve ésta y me pregunta mama qué es Buongiorno. Buenos días.
Ah es que papá le ha dicho: Buongiorno, cheescake, ésta, ésta sí. Qué risas más buenas, eso si que no tiene precio.
Aunque también me dolió el corazón. Y no fue metafóricamente hablando, el domingo me levanté con una opresión leve en el pecho. No le dí importancia pero se lo comenté y le digo anda que si me muero aquí, ya me imagino a mi madre en el tanatorio diciendo por lo bajini, claro de la impresión...
Y él me replica, ¿sí?pues que sepas que la repatriación la iba a pagar el italiano...

El domingo decidimos coger el coche y explorar los alrededores, salimos por las colinas, en teoría tienen una denominación de origen para el vino, pero cepas no se ven muchas, pero si prados muy bien cuidados, nos adentramos por carreteras secundarias, el paisaje era bonito y él decía que bonito la Toscana. Y yo me reía, que sí muy bonito, pero esto no es la Toscana, que acabo de ver un cartel que habla de los pre apeninos, pero vamos que si te quieres ahorrar el viaje a la Toscana, tú dí lo que quieras...Y después pasamos por el Santuario de la Brasa, y la peque cantaba una canción de reguetón que le gusta, y la broma: es que se está recargando, claro. No podíamos parar de reír.

En fin, que lo hemos pasado bien. Yo digo que los viajes tan largos, tantas horas en coche dan para mucha terapia de pareja.



La piadina buenísima en un bistrot, cerca del centro, Les Pupitres, creo se llamaba.




Cumpleaños Feliz, hija.

 Ayer cumplió 17 nuestra hija pequeña, sí, la de los ricitos, la que era menudita pero muy espabilada,  la que acompañaba a su hermana mayor...