miércoles, 17 de septiembre de 2025

El peso de una mentira

 

          Cuando su hija tuvo que irse precipitadamente no se llevó nada, ni siquiera un cambio de ropa interior, pues antes de marchar quiso dejarle a su madre la combinación más bonita que tenía.

La madre no le dio un beso de despedida sino muchos mientras se abrazaban fuerte por si ya no volvía a verla, quizá lo intuyó en ese preciso momento. Su primogénita, su niña, a la que había tenido cuando ella apenas tenía los 17, la que le había ayudado tanto en el cuidado de sus hermanas, se iba ahora, recién casada con un joven que acabaría siendo guardia civil. Ellas no sabían que ya no volverían a verse, hasta que pasaran muchos años, y esa joven cumpliera 85 y muriera en una residencia después de años de Alzheimer, tras enviudar y no en Sevilla, ya no, sino en el cielo.

La pareja apenas tenía nada, salvo la moto, con ella viajaron mucho, siempre durmiendo en dónde podían, a veces en un colchón bajo una escalera, buscando trabajo en cualquier sitio. Habían pasado ya unos meses o puede que un año, que encontraron a un conocido de la familia. ¿Quieres que le diga a tu madre algo? Ella se miró y pensó, cómo voy a decirle que pasamos hambre muchos días, que todavía no tenemos casa, y le dijo claro, dile que nos van muy bien las cosas… que aquí tenemos de todo.

Cuando la madre escuchó de aquel hombre las noticias de su hija esbozó primero una sonrisa, buenas noticias al menos por una vez, pues ya entonces le habían diagnosticado el gran mal que tenía y la cita para operarse. Pero luego, ya en casa, mientras lavaba la ropa no pudo evitar llorar, las lágrimas se le escapaban por las mejillas, lloraba desconsolada, pues no entendía como su hija, a la que tanto quería, no viniera a verla, no le escribiera, no le enviara nada para ayudarles.

No llegó a operarse, me contó la pequeña de sus hijas, porque decidió en el último momento levantarse de la mesa de operaciones; me contó también que cuando murió meses más tarde, aún conservaba intacta aquella pena por su hija, a la que tanto quería y que se había olvidado de ella.

Sin embargo, esta historia, no me la explicó mi madre, aquella niña que quedó huérfana, sino ella misma, mi tía Lola, cuando la visitábamos en su residencia. Se acordaba mucho de ella y de la honda pena que le causó. Y sé que era cierto, porque cada vez que me la explicaba su mirada se enturbiaba con las mismas amargas lágrimas.

De ella aprendí que no hay mentiras buenas.

jueves, 20 de marzo de 2025

Primavera, en teoría

    A mí, me intriga esa clase de personas que no tiene plantas en casa, tienen un pase los que tienen gatos que ya se sabe que ellos llegan a casi todos los sitios y algunas pueden ser tóxicas. ¿Pero el resto?

    Yo, de vivir en Barcelona, sería de los que tienen la terraza llena de ellas, por eso me encanta mirar los edificios y encontrar uno de los míos. Me da hasta ternura ese afán de cubrir de verde, los veo como náufragos en la ciudad, quieren vivir en otro sitio y tratan de olvidar el asfalto, los coches, el tránsito, con plantas enormes, me imagino la vista desde dentro. La imagen del día se la dedico a ellos, que no renuncian al mundo vegetal, sino que por el contrario lo aman y le rinden pleitesía desde su vida urbanita.

Cuando subo al jardín y veo ese desorden exuberante de plantas me digo pero qué maravilla es esta. Y si aprovecho para bajar un par de hojas de hierbabuena, de laurel, o de hinojo, incluso algún espárrago triguero me hace un montón de gracia, me siento muy feliz, la verdad. De hecho cuando acabe esta lluvia, pertinaz y a ratos insidiosa, me gustaría ir al garden y buscar algunos planteles.

De momento damos la bienvenida a esta tímida primavera, todavía con el jersey de lana y la bufanda al cuello y dos nuevos rosales para la ventana. 

miércoles, 12 de marzo de 2025

Boli nuevo

    Lo bueno de escribir diario es que recuerdas cosas, singulares, a veces puramente anecdóticas pero que de otro modo es muy difícil de retener.
Por eso siempre les digo escribir cuando estéis tristes, sí, porque ayuda y mucho, pero no solamente, también hay que buscar un momento para escribir cuando uno está contento, porque al plasmar esas sensaciones también estás creando un recuerdo que tendrá un eco en el futuro.

    Pero pasa que cuando uno es muy feliz, o está muy enamorado, no suele ponerse a relatarlo. Supongo que pretender eso sería algo así como estar comiendo un helado delicioso, y qué alguien te diga, para, para, ¿Dime qué estás sintiendo, define cuál de esos sabores te están deleitando o que textura te parece deliciosa?.

    Debe ser por eso que casi todas las historias de amor por eso se explican a posteriori, casi nunca mientras se viven. Así que mejor entonces es recurrir a las fotos, una buena foto, que no tiene que ser perfecta, solo una foto en la que salgáis juntos, congela ese segundo perfectamente, te va a recordar la alegría del momento, el roce de su brazo, la sonrisa que era solo para ti, quizá hasta te venga a la memoria alguna de aquellas bromas que te hacían reír a carcajadas. Tengo una foto riendo así: cierro los ojos, echo la cabeza hacia atrás y los labios se cierran aguantando la punzada en los abdominales. Creo que era una fiesta, salen amigas mías detrás igual de traspuestas.

    También tengo otra que hice hace poco, estrenando unas tazas apilables en tonos rosas, regalo  que me hice este año por Navidad, en la que cierro los ojos  un momento para sentir el rayo de sol mientras desayuno. Esa, no es obviamente espontánea y chispeante como la otra, pero quise captar la paz del momento. 

    No todas las fotos explican lo mismo. A mi las que me gustan es las que me resumen un instante de mi vida, o de un pensamiento. A veces me parecen que son un equivalente a los haikus.

    Y todo esto para decir que hoy entré en una tienda para comprar un boli nuevo, el que me pareció más bonito, de un rojo brillante e intenso. Veremos que sorpresas me depara.

martes, 25 de febrero de 2025

Una nueva foto

     Me encanta mi carnet de la biblio, por muchos motivos, pero quizá el principal es que tiene muchos años, y aún conserva su foto. No es una foto cualquiera, claro, es una de carnet hecha en la puerta de la facultad donde se ponía un chico a hacerlas. Quizá por eso tiene mucha luz, yo tengo los ojos entrecerrados detrás de mis gafas doradas rectangulares y el pelo largo. Es una foto de mi yo joven, y la verdad es que llevarla conmigo me recuerda muchas cosas. Quedaría un poco raro llevar una foto de uno mismo de joven, pero si es un carnet, es otra cosa, es una necesidad. Pero pasa el tiempo y cambiamos, y hoy le decía a mi hija de vuelta, que tengo que cambiar la del facebook, que no siento me representa, ya hace muchos años de ella, puede que del 2016. Ahora necesito otra, puede que con el pelo rizado esté bien. 

Y ¿vosotros? ¿Cómo lleváis el paso del tiempo?

viernes, 21 de febrero de 2025

Desayunos varios

Esta semana ha sido algo diferente a pesar de la rutina habitual, porque he desayunado cada día en un sitio, por aquello de que tengo una vida apasionante y bla, bla, bla.

Lunes fue un café con leche y un croissant de chocolate, en el Viena, rico, además entraba la luz perfecta y hice una foto muy bonita que destacaba el color doradito del dulce que compartí en el insta.

Martes me acerqué al gimnasio, y allí tomé café con leche y bocadillo de tortilla francesa; exquisito, me quitó las ganas de meterme en el agua, pero a cambio me concedió un rato de conversación y lectura.

Miércoles me fui a la churrería, y creo que podréis intuir que pedí, chocolate con churros, sí, pero como ahora no aceptan la media ración, me llevé los 2 que me sobraron. Estaban deliciosos, pero me di cuenta que me gustan más en compañía.

Jueves, aproveché unas gestiones para ir al italiano del croissant de pistacho y café con leche; un deleite para los sentidos. Compartí mi mesa con una simpática jubilada que viene cada día con su libro a leer y lo feliz que se veía.

Viernes, de nuevo en Barcelona, esta vez en Lesseps, Café Milano, café con leche y croissant de choco, buenísimo, coincidí con la primogénita que aprovechó para explicarme la mención por la que había decidido decantarse en su carrera. Lo hará bien porque creo que tiene don para ello, una sensibilidad especial.

Y eso ha sido la semana en 5 desayunos. Lo mismo la semana que viene empezamos con las comidas...

Feliz finde, feliz vida.



martes, 7 de enero de 2025

El collar perfecto

    Tengo un collar que me hace parecer una reina y convierte a todos en súbditos, amables y serviles. Es suficiente llevarlo para que ocurran cosas como éstas:

_ Hola, vengo para la orto panto.

_ Claro ¿Tenía hora?

_ No, no sabía que había que pedirla...

_ Pues sí, es necesario, porque solo la hacemos los lunes y los jueves...de pronto, advierte el collar y añade conciliador, bueno pide hora en el mostrador, y te vienes que tengo un hueco libre y te la hago.

    Y yo, claro, me fui de allí agradeciéndole la amabilidad, con un poco de sentido de culpa, porque en el fondo sé, que es cosa de este collar, tan sencillo, tanto, que venía con un jersey de complemento pero que nada más ver, intuí tenía grandes posibilidades, vaya si las tiene.

viernes, 3 de enero de 2025

Día 3

    Hoy empecé, sin pretenderlo, podría decirse que por casualidad, una cadena de favores.


    Fui a desayunar a un sitio que me gusta mucho, el café es muy bueno, los croissants son deliciosos y el ambiente me recuerda a un bar de los de Bologna. Cuando entré vi que estaba todo lleno y que solo quedaba libre una mesa frente la puerta de cristal, así que me senté. Al otro lado una señora esperaba a ser atendida. Vino el camarero, me sonrió y me preguntó a mi primero y yo sonriendo también le dije: La señora estaba primero.

    Mientras llegaban los desayunos, empezamos a charlar, nuestras mesas apenas estaban separadas por un metro así que era una distancia cómoda para ello. El caso es que en un momento dado yo hablé de mis hijas, ella me dijo que no tenía, y que vivía sola porque hacía poco terminó una relación.  Y aunque aquí al escribirlo parezca triste, ella lo explicaba con naturalidad, sin afectación. Pero a mí la verdad es que me dio pena pensar que eran fiestas y ella no tenía a nadie en casa. Así que cuando terminé y me acerqué a pagar el desayuno, pensé: invítala, haz de ángel de la guardia navideño o como esas hadas de los cuentos que van disfrazadas para ver como son las personas en realidad. Y le dije al mismo chico que nos sirvió a las dos que me cobrase lo de ella también. El chico dijo que sí, se fue por algo y cuando pagué me dio una bolsa de papel, con una ensaimada y un croissant de chocolate dentro. Me hizo mucha ilusión, la verdad.

    Esta misma escena, en una peli navideña, probablemente el chico sería el ángel de verdad. 

    Así que esa va a ser la imagen del día: dulce y rica.

    Que disfrutéis de un largo fin de semana, que vienen los Reyes.

El peso de una mentira

               Cuando su hija tuvo que irse precipitadamente no se llevó nada, ni siquiera un cambio de ropa interior, pues antes de marchar...