Esta semana ha sido algo diferente a pesar de la rutina habitual, porque he desayunado cada día en un sitio, por aquello de que tengo una vida apasionante y bla, bla, bla.
Lunes fue un café con leche y un croissant de chocolate, en el Viena, rico, además entraba la luz perfecta y hice una foto muy bonita que destacaba el color doradito del dulce que compartí en el insta.
Martes me acerqué al gimnasio, y allí tomé café con leche y bocadillo de tortilla francesa; exquisito, me quitó las ganas de meterme en el agua, pero a cambio me concedió un rato de conversación y lectura.
Miércoles me fui a la churrería, y creo que podréis intuir que pedí, chocolate con churros, sí, pero como ahora no aceptan la media ración, me llevé los 2 que me sobraron. Estaban deliciosos, pero me di cuenta que me gustan más en compañía.
Jueves, aproveché unas gestiones para ir al italiano del croissant de pistacho y café con leche; un deleite para los sentidos. Compartí mi mesa con una simpática jubilada que viene cada día con su libro a leer y lo feliz que se veía.
Viernes, de nuevo en Barcelona, esta vez en Lesseps, Café Milano, café con leche y croissant de choco, buenísimo, coincidí con la primogénita que aprovechó para explicarme la mención por la que había decidido decantarse en su carrera. Lo hará bien porque creo que tiene don para ello, una sensibilidad especial.
Y eso ha sido la semana en 5 desayunos. Lo mismo la semana que viene empezamos con las comidas...
Feliz finde, feliz vida.
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