martes, 22 de julio de 2008

Sólo una galería más del alma

Por aquel entonces cuando escribía en la galería, de techos altos y muchos ventanales como tantas otras del Eixample, en las calurosas noches de verano solía abrir las ventanas pero siempre dejaba echadas las cortinas, la mayoría de las veces apenas entraba una suave brisa que olía a mar, pero algunas era tan osado el viento que hinchaba las cortinas blancas hasta convertirlas en velas, y sólo entonces aquella galería dejaba de serlo para convertirse en un barco que empujaba mi imaginación mar adentro.
A veces me asomaba a la ventana para ver las luces de las otras casas, había una que me gustaba especialmente porque cuando, me imaginaba yo que tenían invitados, ponían cuatro o cinco velitas naranjas en su balcón, era dulce de ver.
Por aquel entonces a ratos me imaginaba como iba a ser mi vida luego, como sería mi casa, donde estaría con quién iba a compartir mi día a día, mi más profundos anhelos vitales, quién arrancaría todas aquellas sonrisas dormidas. No es que la vida de aquel entonces no mereciera ser disfrutada pero a los veintitantos, recuerdo unos cuantos años apáticos de estancamiento, hoy los llamo de necesaria transición.
Aprendí duras lecciones, una de ellas es que no se debe trivializar lo sublime, que no se debe jugar con los sentimientos que tal vez lo que empieza con una discusión tonta acaba siendo luego irreversible, la siguiente es una consecuencia de la anterior, que podría resumirse en aquello de a lo hecho pecho, que no debemos aferrarnos al pasado, que hay un momento en la vida en que hay que pasar página, porque si no lo haces vivirás tu única vida malgastándola en algo inerte. Porque puedes proyectarte en el futuro, soñar hasta despierto en tu presente, pero el pasado se escapó ya de tus manos, y salvo que creas en el eterno retorno de nietzsche no puede volver a ti.
No lo sé. El caso es que hoy mientras conducía sola, porque las niñas iban el coche de su padre, de regreso a casa me sentía contenta. Si es cierto, podía haber escogido otras opciones, quién sabe a donde me hubieran llevado pero escogí esta.

Y pienso en aquel barco de velas que surcaba bajo noches estrelladas la estela de su destino ignoto y sonrio al ver donde echó su ancla.

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