Iba buscando unos globos dorados para la fiesta, los compró y como aún le sobraba tiempo, entró en aquel pequeño café, cuadrado y esquinero. Al sentarse descubrió la cita “La belleza salvará al mundo”.
La camarera era sudamericana pero no la delataba tanto su acento como su sonrisa y sus gestos amables. Le trajo el cortado, sobre la superficie un cremoso corazón de leche moteado levemente de cacao.
Tal vez tenía razón Dostoeisky, sólo la belleza era capaz de hacerlo, y si no, de todos modos, le pareció la mejor forma de intentarlo. Se fue de allí con el ánimo sereno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario