jueves, 20 de agosto de 2009

La piscina exterior

En casa en verano íbamos más a la playa que a la piscina, pero con las niñas la verdad es que es más cómodo lo segundo, sobretodo teniendo en cuenta que la pequeña en cuanto oye la palabra playa a modo de coletilla siempre apunta..."playa no, no m'agrada la sorra".
De ahí que me haya ido acostumbrando a tomar el sol sobre el césped, o en una de esas hamacas de plástico de posiciones varias bajo benignas sombras arbóreas. El caso es que el año pasado no paré mucha atención al paisanaje de la piscina, este año en cambio sí y me estoy partiendo de risa.
Pero de entre todos los tipos curiosos que he visto en ella, los que se llevan la palma, es una pareja cincuentona, ella con biquini de leopardo y él con barriga, por hacer un esbozo rápido, que de veras yo no sé de dónde han salido. La primera vez que reparé en ellos, dormitaban bajo una sombra, me parecieron un poco toscos en las formas, fumando donde no se permite, atendiendo llamadas del móvil con el altavoz, pero lo que realmente me impactó fue cuando se metieron en el agua, se quedaron hacia la mitad de la piscina en plan quinceañero, yo no daba crédito, se puede ser más hortera. Pues si se puede, ayer misma jugada se meten en la piscina pero dónde, pues en el único carril que han reservado para nadar, si allí estaban ellos tan ricamente hablando. Pero lo más gracioso es que había un tipo con gafas y todo nadando, lo de la alusión no va con ellos está claro.

En fin supongo que escenas absurdas de este tipo son inherentes al verano. Primera conclusión es que el ser humano es de lo más variopinto fuera y dentro de las piscinas.

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