La escalera de pronto era una fiesta que ellas no estaban de ningún modo, dispuestas a perderse.
Alguna más alta divisó la lluvia desde el alféizar, y se ufanó a pasar el susurro, así todas se apresuraron en retocarse y franquearon la puerta, la vestida a lo Vitorio y Lucchino quiso hasta colarse, pero fue amonestada con dulzura por la de hojas verdes alargadas. Se perfumaron de tierra y alguna incluso exhalaba un intenso, soberbio, olor a limón, de felicidad, seguramente.
Y y yo lo sé porque me lo han contado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario