jueves, 30 de agosto de 2012

El mar tras las vacaciones

Desde que hemos vuelto de las vacaciones he decidido que al menos un dia a la semana iremos a la playa. La semana pasada fue Sitges, hoy Castelldefels.
Vamos por la tarde, nos damos unos cuantos baños de mar y nos volvemos a casa. El otro día apenas tardé  media hora, hoy imagino que algo menos. Y eso en si mismo es maravilloso, vivir tan cerca del mar, tiene que servir para eso, para disfrutarlo todo el año.
La verdad es que se estaba bien, el agua de un color verde, se veía limpía. La arena no tanto, restos de colillas. Dan un poco de grima los fumadores la verdad, enterrar las colillas me parece tan asqueroso.
Estuvimos al lado de unas francesas con un montón de niños, tenían un bebé, con el paquete y un gorro que se lo estaba pasando francamente bien, gateando por la arena, acercándose hasta la orilla a investigar, me resultaba simpática la imagen, por insólita, a las mías de pequeñas les encantaba el agua, ningún problema con llevarlas, pero nada de tocar la arena.  Por suerte ahora ya no les molesta, aunque siguen jugando más en el agua, no las verás rebozándose en arena, ni juegan con ella más allá de algún eventual castillo. A ellas les gusta más eso de saltar olas, de buscar conchas, de estarse en la orilla. La verdad es que ver atardecer en la playa es casi, siempre un momento zen.

sábado, 25 de agosto de 2012

Días de vacaciones

 
Hace una semana que volvimos, así que ahora debo rememorarlas ni que sea brevemente para poder volver a ellas, de vez en cuando.
Estuvimos en Menorca, en el mismo hotel que fuimos cuando estaba embarazada de la peque y la grande tenía tres años. En casa ese hotel lo llamamos el pirata, porque en la animación tenía uno y así se quedó.
 Lo primero que he de decir es que es un destino infravalorado por el turismo nacional, y sin embargo estaba lleno de italianos. Qué playa, qué agua transparente en la orilla, qué delícia de tonalidades azules, qué arena más fina, esta vez Jose no quiso dar vueltas, es agosto y solíamos venir por San Juan, así que nos quedamos en el hotel, a pie de playa.
Y yo que no me gusta madrugar, me ponía el móvil para despertarme antes y poder pasear por la playa. Recordé a una persona con la que trabajé que decía que si se madrugaba para ir al trabajo con más motivo había que hacerlo el fin de semana para disfrutar del tiempo libre. Y la verdad es que fue un auténtico placer esos paseos antes de ir a desayunar todos juntos.
 
Y casi todas las veces, lo hice acompañada por la peque, que se despertaba y poniéndose de pie en la cama se mostraba dispuesta a acompañarme, risueña y sigilosa para no despertar a su hermana. De esos paseos por la mañana saqué un par de conclusiones, la primera es que no sabemos aprovechar la belleza de las horas primeras en la playa. A pesar de que a esas horas la luz es preciosa, y el sol acompaña sin que te agobie el calor, había pocas personas disfrutando la playa, los dos hombres que colocan las sombrillas y las tumbonas, limpiándolas de arena con una escoba, algun corredor, unas cuantas abuelitas con sombrero y pocos más. La segunda es  que me encantó eso de empezar el día con un paseo por la orilla, mojándome los pies de la mano la nena que te explica cosas, muchas teniendo en cuenta no haber tomado un café con leche, que ahora quiere saber de quién es esa huella en la arena, de gaviota, ah no espera esta es de pato, vamos a verlos. Y a la que luego animo a escribir su nombre y a poner sus manitas en la arena mojada, para que quede el recuerdo, como en el paseo de la fama aquel, y luego se sorprende por la avidez con que el agua se lleva su nombre.
 
Sin embargo el último día fue especial, porque mientras nos acercábamos a la playa, tuve una visión inolvidable, pues en vez de los pequeños veleros de costumbre, había anclado un espectacular velero de época. Fue emocionante y te aseguro que por unos segundos pude compartir el sentimiento de pavor que debían sentir los habitantes de la zona cuando avistaban un barco pirata. La foto la tomó él horas más tarde. 
 


En fin que ellas disfrutaron mucho y nosotros realmente pasamos unos días de lo más relajados. Y también voy a rescatar una de las noches, la que viniendo de hacer la crêpe de Cales Fonts, paramos a ver las estrellas fugaces. Allí fue la mayor, la que disfrutó de lo lindo, sorprendiéndose y gritando de emoción cada vez que veía una. Qué cielo, esa noche se veía el firmamento como pocas veces lo he visto, el camino de estrellas que es la vía láctea. Acostumbrada como estoy a ver el puñado de estrellas que se ven desde el cielo de Barcelona, aquello parecía un planetarium.

Me llegué a plantear si la gente que vive allí todo el año es consciente de toda la belleza que les rodea, o si uno llega a inmunizarse y acaba por serle indiferente. Habrá que volver y seguir investigando.

viernes, 27 de julio de 2012

La tercera "bessona"

Este verano me voy a acordar de ella por su me lo "guarras"? mientras me tiende sus gafitas de sol. Si cariño, si que te lo guardo, pero se dice guardas ¿vale?. Luego se puso las gafas azules de nadar de su prima, y se las dejó todo el rato, mientras jugaba, caminaba alrededor de la piscina del tenis, con el aire de un científico excéntrico con sus rizos rubios. En el agua también jugamos mucho, al sillón de la reina, a la lancha, a lanzarla (aunque solo la sumergía hasta los hombros, normal es chiquitita aún).
Jugamos al tiburón, con la banda sonora incluida, jugamos a hacer la barca, que es hacerse el muerto y que se te suban encima...  Pero si tengo que quedarme con una foto, lo hago con esa en la que yo estoy tumbada y ella encima mío, recostada apoya su bracito hacia atrás, en un gesto de complicidad, de comodidad, de cariño que me conmueve. Hay gestos que lo dicen todo.

sábado, 14 de julio de 2012

Siempre se aprende algo

Y es que no deja de ser curioso.

Uno se traslada a vivir a 3.000 Kms de su familia, y cuando vuelve de vacaciones, uno podría pensar que lo que le apetece es compartir el máximo de tiempo posible con ella, pero no, resulta que lo que de verdad le hace feliz, lo que de verdad le resulta emocionante es visitar lugares, ir al parque de la Ciudadela a remar, o a escuchar música clásica, a la Sagrada Familia (otra vez) al zoo (otra vez) ir al Borne a cenar...y oye son sus vacaciones. Son sus vacaciones era como un lema sagrado, y hostil que blandía al final de sus frases.
Básicamente me vino a decir, que yo siempre hacía lo mismo, yo le organizaba sus vacaciones, y que no me preocupase que cuando la niña fuera más grande viajarían por Europa ...
Por eso esa noche, cuando me abandoné a la lectura del libro sobre Virginia Woolf, magnífico, escrito por una italiana, y hablando de su amante Vita, refirió que más que amar a las personas amaba a los lugares, me dije anda, mira otra.
Ahora al menos ya lo sé, todas las dudas me han sido despejadas, ahora sé que no vienen por nosotros. Ellos solo vienen a verla a ella: la deslumbrante Barcelona y lo demás, no importa qué, es accesorio.

jueves, 31 de mayo de 2012

Primera experiencia casual con el magnetismo

Recogiendo juguetes encontré un brazalete de plástico imantado de esos que al lanzarlos se cierran sobre si mismos. Era el naranja que se dejó mi sobrina por el coche y como ponía SOY DIVINA, me hizo gracia y  me lo lancé al tobillo y seguí con las tareas. La verdad es que como lo había hecho por puro juego no le presté atención, pero hoy sin embargo me dí cuenta que el tobillo me molestaba menos. No dije que me lo había puesto sobre el que tuve el esguince.
Así que esta noche ya me he puesto a mirar sobre magnetismo. Y me he cambiado el brazalete del tobillo al codo, que me lo notaba cargado. Cuando me ha visto mi pareja ha dicho que friki queda eso no? y yo le he dicho pues si pero si se me va la molestia vale la pena. Seguiremos investigando.

viernes, 13 de abril de 2012

Una hora

Hay una hora, en un día de la semana, en que las extraescolares de mis hijas coinciden y dispongo de una hora para mí. Puede que suene raro, teniendo en cuenta que por la mañana van al cole, pero no lo es en absoluto. A esa hora, a media tarde, estoy fuera de casa y muy cerca de una biblioteca. Convergen el tiempo, el espacio, la oportunidad y la tentación a partes iguales.  
Me subo a la tercera planta, busco mi rincón favorito y allí como un amante, que eternamente espera,  está el sillón rojo, no diré que me espera con los brazos abiertos porque ni los tiene, ni  los tuvo nunca porque es fruto de un diseño contemporáneo y minimalista,  pero su carencia uno la perdona enseguida por la comodidad con la que te recibe,  la misma comodidad que uno siente en compañía de los buenos amigos.
Hoy necesitaba poesía. Cuando me canso del día a día, de las conversaciones que no dicen nada, necesito que alguien me diga mucho en muy pocas palabras. Necesito una síntesis que me emocione o que me conmueva. Hoy me dolía la cabeza, no tenía ganas de otra cosa, que de silencio  y de palabras, necesitaba palabras escogidas y casi siempre las encuentro  en los versos, muchas veces sin rima, en esos ritmos sutiles y ocultos que tanto me asombran a veces.
Buscar entre las estanterías a mi antojo es una de las cosas que me hacen, sumamente, feliz. Siento una alegría infantil, una levedad como de mariposas, poso la mirada por todos esos autores. Últimamente me decanto más por ellas. Cogí una antología de Alfonsina Storni, cogí otra antología de Benedetti y reparé en un apellido raro, que al tiempo me recordó a una clase en la facultad. La foto de la contraportada sin embargo no me evocó su imagen de entonces. Lo recordaba más delgado, más nervioso y la foto, en blanco y negro, mostraba un apacible y apuesto hombre.

Así que lo tomé con curiosidad primero, con creciente admiración a medida que pasaba de un poema a otro. Me lo llevé a casa, lo he buscado en la red, tiene blog, sigue de profesor en otra facultad, colabora en una revista y ha escrito bastante, ganado algunos premios. Y yo pensé que he hecho en todo este tiempo. Veinte años han pasado ya desde mis veinte.

Ni un solo concurso, ni un solo libro. Ni de poemas que son más breves. Tal vez por eso sentí un orgullo indescriptible cuando mi hija hace unas semanas, se empeño en llevar su cuento  a un concurso literario del ayuntamiento. Su obstinación, fue mayor que mis recriminaciones por presentarlo en el último momento. Pero no se dejó convencer, ella quería presentarlo. Así que cogimos los paraguas, nos fuimos a comprar el sobre grande, luego a desayunar  a un bar del centro  y  por fin,  nuestros pasos abrieron las puertas de cristal y entramos a entregar su cuento.

 No sé si ganará, pero te aseguro que viendo su determinación, su voluntad y sobretodo aquella cara, con una sonrisa que mezclaba ilusión y satisfacción,  a mi, me hizo sentir la ganadora de todos los premios.
Otra vez constaté que los niños son mejores maestros, no dicen ves ya te lo dije.

 Son sencillamente majestuosos.

miércoles, 11 de abril de 2012

Días de descanso

Esta semana santa, los cuatro días los hemos pasado en la Costa Brava. Encontramos un hotel en el último momento que nos gustó, cerca de un complejo de golf. No he jugado nunca, pero la verdad creo que se me daría bien porque creo que tengo buenos reflejos, puntería y precisión. Cada uno sabe sus puntos fuertes y sus limitaciones, y así como te digo que no me gusta el padel pues lo encuentro caótico y con poco estilo, no me importaría probar jugar al golf en otra ocasión.

Sin embargo lo más curioso de estos días ha sido constatar como cambia la percepción del tiempo cuando estas fuera de casa. Los ritmos son otros, porque evidentemente no haces las mismas cosas que en tu casa, he tenido la extraña sensación, cómo si el tiempo se doblase, a mi estos días me han cundido como si hubiera sido una semana entera.

Supongo que es porque no hay nada que hacer. Y eso que hemos hecho muchas cosas, leído, echado siestas, muchas risas porque íbamos con unos amigos muy simpáticos y con muchos niños, compartido todas las comidas y cenas,  paseado por S'Agaró, hasta un sauna con alemán desnudo incluido... que para ser la primera vez que se tomaba una sauna mi amiga vaya recuerdo memorable, jugado al billar y al pin pong, nos hemos relajado en la terraza de la piscina.
Pero la tónica general ha sido esa sensación de paréntesis, como si se hubiera ralentizado mi percepción del tiempo, como si sobrase tiempo y eso que suele decirse que cuando te lo estás pasando bien el tiempo parece que pasa más rápido. Pues esta vez no, a mi no me ocurrió. Debe ser por qué no duermo igual fuera que en casa. Tuve muchos sueños esos días y eso que las camas y las almohadas eran realmente estupendas.

Será la calma, los paisajes y esos apartamentos que parecen casitas de juguete, con sus seis vasitos, sus seis platitos, sus seis bols, sus seis tacitas, su nespresso (humm) y su cajón de menaje, dispuesto...como si tuvieras que ponerte a operar en vez de preparar unos spaguetti con pesto.

La verdad  es que hemos disfrutado de estos días. De volver a los paisajes que ya conocemos pero que no por ello pierden su encanto.

Primavera, en teoría

     A mí, me intriga esa clase de personas que no tiene plantas en casa, tienen un pase los que tienen gatos que ya se sabe que ellos llega...