martes, 15 de julio de 2008

Barcelona

Cuando visité Florencia la última vez, y de eso pronto hará diez años, ya lo noté, los florentinos estaban cansados del bullicio de los turistas, que como si fueran bárbaros invaden el centro, junto a la catedral. Pensé que agobio vivir en un sitio así.
Pero luego volví a mi ciudad, a mi trabajo en un despacho en Via Laietana, al cual llegaba cada día dando un paseo desde Pl. Catalunya, bajaba Porta Ferrisa, cruzaba en diagonal la Plaza de la catedral y llegaba bordeándola hasta la plaza Ramón Berenguer, cuya escultura ecuestre me hacía reír siempre por la cantidad de fotografías que merece y sin embargo pocos autóctonos reparaban en ella.
Llegó la primavera y vi como se llenaban de autocares, con estudiantes italianos y franceses de fin de curso, luego llegó el verano y por los cruceros ya no había una sola mesa libre para desayunar en la terraza del café al que solíamos ir, tras las semanas de vacaciones volvió el otoño a llenarse la plaza de la catedral, esta vez de jubilados que despistados y risueños te impedían el paso mientras siguen a un banderín, y el invierno, por fin, parecía que el frío podría poner algo de orden pero llega la Feria de Santa Lucia y todo se llena de paradas con figuras de pesebres, y con ellas hileras de niños que se asoman de multitud de colegios no sólo de Barcelona sino de los pueblos de alrededor. Por fin pasaron las fiestas y la plaza recobró su aspecto, por poco tiempo.
Recordé a Florencia, y pensé algo tan sencillo como triste: el turismo a veces se cobra más de lo que deja.
Yo dejé aquel trabajo, me fui a vivir a las afueras, el bar de la terraza cambió de dueño.

2 comentarios:

A N A D O U N I dijo...

No conozco Barcelona pero tiene que ser preciosa.

Un beso.

Sonia dijo...

Pues la intuición no te falla, date una vuelta algún día por ella.

Un abrazo

Cumpleaños Feliz, hija.

 Ayer cumplió 17 nuestra hija pequeña, sí, la de los ricitos, la que era menudita pero muy espabilada,  la que acompañaba a su hermana mayor...