jueves, 27 de noviembre de 2008

Percepciones sueltas, semillas de cuentos

La mirada

Otra vez se encontró perdida en una mirada que si bien tuvo un principio parecía no tener fin, sin la pausa del parpadeo se sintió clavada a ella. Como si la hipnotizara.
Cómo saber si fue él, el primero en reparar en ella, o si fue en cambio la actitud de ella la que hizo que él se fijara, o fue una corriente de simpatía mutua el que sintieron cuando los presentaron, como saberlo, si el mundo real carece de narradores omnipresentes, carece de guiones, de bocetos, no tiene posibilidad de esquemas o borradores, te plantea la situación sin más y a pesar de todo, es curioso, cuantas veces a pesar de todo salimos airosos de ella.

El bolígrafo

Cuanto se puede demorar cogerlo cuando te lo ofrecen sin parecer que quieres quedarte con los dedos que te lo tienden, cuantos segundos son apropiados y cuando empezaría a acusarse la demora, como saberlo, si el tiempo es relativo y mientras eso sucede esas manos son como esas de la capilla Sixtina, por un segundo inmóviles, luego parecen no tener prisa en alejarse la una de la otra. Como si de pronto estar así enlazadas fuera lo más natural, lo propio y lógico de este mundo y el objeto acaba siendo una excusa naif, absurda y al mismo tiempo razonable, para rozarse las yemas de los dedos. Juega entonces o no es consciente de ello. A veces creo que si, otras me parece su actitud inofensiva, inocente, casual y entonces siento que soy yo la perversa. Otras sus miradas de soslayo, o sus comentarios me sonrojan y entonces él es quién maquina y yo la presa.

Celos

Entró con prisa, su compañero estaba apoyado en el marco de la puerta, pasó por delante sin pedir permiso, cortando la conversación, serio. No le interesaba continuarla, ni participar, ni alentarla, como si dijera este es mi espacio, mi tiempo, no tienes que estar aquí. Y ese rechazo sutil fue captado por el otro que discretamente se retiró de la escena.

Colores

La seducción se había puesto en marcha y no había vuelta a atrás, como un interruptor que una vez accionado es difícil de desconectar, se coló en su interior un sentimiento de curiosidad, que de pronto le hizo querer saber, extraer sus propias conclusiones del más ínfimo de los detalles.
Quizá por ello intuía que él llevaría ese color, el que más le favorece y no otro. Por eso no le sorprendió que fuera aquella y no otra camisa, con ella se ve más interesante y a ratos, intolerablemente guapo. Y de postre aquella mirada, pausada e inquisitiva, demasiado difícil que pasara desapercibida. Y mientras sus ojos le querían preguntar, ¿qué tal? ella no podía responder, sólo sonreír. Tal vez fuera bastante.

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