Hoy por ejemplo llevaba éste que ya lo he terminado y otro de un psicólogo de Barcelona bastante ameno, que enseña claves como cambiar nuestras formas de pensar, solo las que nos pueden hacer daño. La verdad es que es útil, mi generación no ha ido al psicólogo con la facilidad con la que ahora la juventud tiene. Así que leer sobre como es una sesión, los objetivos, las pautas que plantean me ha parecido muy esclarecedor. De hecho he llegado a pensar, ostras que bien me hubiera venido ir a mi después de alguna ruptura sentimental. Que forma de relativizar, que sencillo hace que parezca.
Pero no me he sentado a escribir de éste, sino del otro. Cuando llegó fui a buscarlo con emoción, al fin y al cabo iba a ser la primera en leerlo. El formato me pareció breve, y cuando lo acabé aún comprendí que era más breve aún porque el final tiene hojas de la corrección, que a mi modo de ver sobran y que seguramente fueron puestos para llegar a una medida ciertamente tolerable para el comprador.
Empezó bien, parecía una trama a priori sugerente. Pero luego no sé porqué, no me acabó de convencer, de hecho la acabé porque me pareció que no hacerlo era un poco de agravio hacia el autor. Leo que empezó a escribirla en 1990 y que trabajó en ella hasta que el Alzheimer se lo impidió veinte años más tarde, pobre Gabo. Qué pena debió ser perder la realidad que te envolvía y que consuelo pensar que quizá entonces vivías transitando por otros parajes, con otros personajes amados, ese otro mundo el inventado de tus grandes novelas.
Por eso creo que lo mejor en estos casos, a mi parecer es leerla y que cada uno saque sus propias conclusiones, de este modo se le rinde pleitesía a ese gran autor que siempre tendrá un eco en mi mente, por ser de mis favoritos.
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